Llegaste,
la luna miraba tu viaje desde lejos.
Te recibió una tarde de Alegría
mientras mi niñez holgada
seguía pretendiendo papalotes.
Llegaste de tu viaje entre montañas
y fuiste la heroína de mis cuentos
aún sin conocer de tus historias.
Te trajeron de campos de dulzura
a la sabana donde la luna se esconde del cemento
pero trajiste con tus ojos
la ternura perfecta de tu infancia.
Y yo, seguía en el solar
pretendiendo volar sin papalotes.
Floreciste sin sonrojos ni canciones
transformando tu alegría en los festejos
dejando en un baúl las memorias bucólicas y el llanto.
Creciste allí, tras la frontera de mi soledad
y ausente de mi timidez y mis torpezas,
creciste hermosa y fuerte
sin sospechar que preparabas de nuevo la partida.
Y nos fuimos,
diametrales y ausentes.
Y vivimos el éxodo del viento
sin siquiera sospechar
que seríamos del otro
el destino prometido.